El egoísmo, lo mío es mío, estamos juntos pero no comparto, lo mío no se toca, la ley de la selva en la ciudad.
¿Cuántas veces no la hemos sentido? Personas egoístas que nos rodean, que provocan en nosotros ira por su falta de desprendimiento, que nos dejan perplejos con su falta de generosidad, que hemos ayudado y que no son capaces de devolver un favor, eso nos enfurece, no?
Así lo pensó David, cuando solicitó que un hombre muy rico que vivía en Carmel compartiera un poco de su pan y su agua con sus hombres.
Nabal , como se llamaba este hacendado, era un hombre duro y de malas obras, tenía pastores que mientras cuidaban las ovejas habían compartido con los soldados de David y habían gozado de la protección ellos, por lo tanto David se sintió que podía solicitar el favor de Nabal y envió a sus hombres a pedir pan y agua, pero cuál fue su sorpresa cuando Nabal contesta: “¿He de tomar yo ahora mi pan, mi agua, y la carne que he preparado para mis esquiladores, y darla a hombres que no sé de dónde son?” (1 Samuel 25:11)
¡David no lo puede creer! Se enfurece y le ordena a sus hombres que tomen la espada para no dejar vivo a ese malagradecido!
Súbitamente cuando estaban listos para atacar aparece Abigail, la mujer de Nabal, una mujer preciosa e inteligente que cuando supo que David venía a atacar decidió tomar bienes de su casa para ofrecérselos a David y se presentó ante él. Abigail, se humilla, no defiende a Nabal, está de acuerdo con que es un hombre malvado y en vez de rogar por justicia ruega por perdón, aceptando culpas cuando no las merece, exhortando a David a dejar a Nabal en las manos de Dios y evitar el remordimiento del peso de la muerte.
David concede este favor a Abigail y perdona la vida de Nabal por los ruegos de esta mujer.
La dulzura y la humildad de Abigail desarma a David, quita la ira, desactiva la rabia, revierte el castigo. Aquí el autor hace un símil entre entre Abigail y Jesús.
Abigail se ubicó entre David y Nabal, Jesús se ubicó entre Dios y nosotros. Abigail, voluntariamente se arriesgó, Jesús permitió que lo castigaran por nuestros pecados, se interpuso entre la ira de Dios y nuestras faltas, Cristo interceptó la cólera del cielo.
Ahora, sabiendo esto, nos tenemos que hacer la siguiente pregunta: Habiendo sido perdonados, ¿podremos no perdonar a alguien? Piensa en esa persona que su egoísmo te ha dañado o te ha provocado tanta ira y haz como David, no mires a tu Nabal, mira a Jesús, mira al Mediador, al que solicitó tu perdón a Dios. “No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien”. (Romanos 12:21)
Hola Jackie, Haz compartido un valioso articulo. Es difícil ser como David . Solamente podemos orar para que Dios nos ayude hacer lo correcto.
ResponderEliminarMateo 5:44-48 Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os calumnian y os persiguen........
P.s. Me encanta esta pagina. Te hice un link en mi blogs amigos.
Un abrazo,
Mari
Gracias Mari, es muyyy difícil, pero es donde radica la diferencia entre nosotros y las personas no creyentes.
ResponderEliminarAbrazos
Jackie
ah perdon, mi nombre es Julio rapacini de Argentina. Bendiciones Mari
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