20100128

Libro #1 "Enfrente sus gigantes" (Capítulo IV)


Este capítulo tiene un nombre interesante “Días Desesperados”, estoy segura que todos sabemos a qué se refiere Max Lucado, o me equivoco?
Inicia con la descripción de un hombre o una mujer, cualquier hombre, cualquier mujer, sentado en una silla de una iglesia o templo, asustado, culpable, solo, que piensa “si esta gente supiera lo que hice”.
Puede ser un adicto, una mentirosa, un ladrón, una embarazada, un infiel, un confundido, puede ser cualquier persona con una condición que se acerca a Dios sin esperanza, desventurada, deprimida, ansiosa, temerosa.
¿Cómo reaccionará la congregación? ¿ Qué harán los líderes? ¿Qué encontrará esta persona, críticas o compasión? ¿Rechazo o aceptación? ¿Seguimiento continuo o indiferencia? ¿Cejas alzadas o manos extendidas?

David se hizo las mismas preguntas cuando huía del Rey Saúl, prófugo, pues había entendido que ya Saúl no lo quería en su palacio tocándole preciosas melodías con su arpa. Saúl, preso de la envidia estaba decidido a matarlo, entonces David se refugió en la ciudad de Nob, “la ciudad de los sacerdotes” y miente al sacerdote con tal de recibir comida, pero no pan común sino pan santo, el de la ofrenda, otro pecado más….además de la mentira persuade al sacerdote para que le provea de ese pan que David sabe no debe comer, pero el sacerdote ve al David hambriento y sigue el espíritu de la ley más que su escritura . Pero además David vuelve a engañarlo y con falsos argumentos solicita una espada y el sacerdote le ofrece la única que tiene, la reliquia, la espada que mató a Goliat.
David llegó hambriento y sin armas y sale de ese santuario lleno de pan y con una espada. Según el autor y pastor Eugene Peterson “esto se puede comparar con la función de la iglesia, es allí donde obtengo pan y espada, fuerzas para el día y armas para la pelea”.La Iglesia existe para proveer ambos. ¿ Logra hacer eso? No siempre. La gente entra a la iglesia como fugitivos, buscando cobijo, refugio, a causa de los furiosos Saules, en algunos casos por sus malas decisiones o las de otro. Jesús apela a que la Iglesia se conduzca en la dirección de la compasión (ver Mateo 12:1-5), enseñando a sus líderes a seguir el espíritu de la ley más que su escritura.
David por su parte enseña al desesperado a buscar ayuda entre la gente de Dios, pero en lugares correctos donde se encuentra Dios y se asiste a los corazones desesperados.

El capítulo termina con la imagen que tiene el autor de Pedro al otro día de la crucifixión, se siente culpable, cobarde, mentiroso, encogido en una esquina de la habitación , no puede dejar de escuchar su propia voz cuando le dijo a Jesús: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte” (Lucas 22:33), pero no pudo….no pudo seguir su promesa, negó a Cristo, dijo que no le conocía, seguro pensó, Dios mío te negué, te fallé, rompí mi promesa, no fui valiente!!, pero cómo responde Jesús? Atraviesa la puerta y le da pan a su alma “La paz sea con ustedes” (Juan 20:19). Trae una espada para la lucha: “Reciban el Espíritu Santo” (v.22).
El no critica a Pedro, no se está ocupando de sus múltiples eventos celestiales y agendas apretadas, solo le dan pan y espada. El le da ambas cosas al desesperado.

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