El descontento es el tema de este capítulo
y es el sentimiento que surge cuando las circunstancias adversas se prolongan
sin cambio alguno y no podemos hacer nada para modificarlas.
Hay
un descontento legítmo que es el que nos hace sentir insatisfechos con nuestro
crecimiento espiritual o nuestras actitudes frente a Dios o con las injusticias sociales, pero lo que vamos
a tratar es el descontento pecaminoso.
Lo que más frecuentemente se observa en el
cristiano es el descontento, no con las cosas materiales, sino con las
circunstancias que no cambian como por ejemplo: Infertilidad, discapacidad física,
salud precaria, matrimonio infeliz, etc.
Cualquiera que sean sus circunstancias, y
sin importar cuán difíciles san, la verdad es que han sido ordenadas por Dios
para su vida com parte de su plan general para usted. El Señor no hace nada, ni
permite nada, sin propósito alguno. Sus designios podrían parecernos misteriosos
e inescrutables, pero siempre son para su gloria y nuestro bien.
La aceptación de los designios de Dios
significa que reconocemos las circunstancias como provinientes de Dios, que
confiamos en que él sabe in error alguno lo que es mejor para nosotros y que
por su amor, siempre tiene nuestro bien en sus planes. No es resignación que
trae frustración y tristeza, es aceptación del plan de Dios seguido de una búsqueda
de glorificar Su Nombre a través de esa circunstancia.
“Señor, estoy dispuesto a .....
Recibir lo que me des,
Carecer de lo que no me das,
Y entregar lo que me quites” (Anónimo)
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